EL SUR INDÍGENA
Francisco Robles Gil

Ya hace unos días que regrese de Chiapas, de ese Estado mágico, DIGNO. Estuve una semana conviviendo con la banda Zapatista del Campamento Ocho a las orillas de Takiukum.

Conocí a Antonio, Mariano, Alfonso, Don José, Doña Rosa, a los más pequeños, Maximiliano, Patricia, Elena y mucha gente maravillosa, que no recuerdo su nombre, pero los llevo en el corazón.

Extraño esas mañanas frías, con neblina, bajando por el camino de tierra a casa de Don Antonio para echarnos el cafecito y la sopa con fríjol que Doña Rosa preparaba todas las mañanas y poder disfrutar de comer sin cuchara o tenedor y poder hacerlo con una rica tortilla de un buen maíz criollo.

La pizca de Café, con Don José preguntándome -¿Tiene uste el corazón contento?-, respirando esa mañana fría, limpia y transparente, cortando cada cereza del cafetal, para después depositarlo en el costal. El pozol después de la comida, para refrescarnos y platicar un rato, sobre de donde vengo, que hago. Esas tardes oyendo Radio Insurgente y platicando con Mariano sobre la importancia de trabajar con la Consciencia, y caminar juntos. Jugar avioncito con los morritos, gritando “pech pech tuluk”, saltando el Lazo, y oyendo a Maxi diciéndome -”vatik Kashlanito”.

Pobreza, analfabetismo, retroceso, esa es la imagen que nos dan los medios de comunicación, es lo que mucha de la gente piensa de la banda chiapaneca, aunque claro que la pobreza es una realidad extremadamente presente, lo que yo viví, es una realidad de DIGNIDAD, SABIDURIA, HUMILDAD, RESISTENCIA, ESPIRITUALIDAD, una realidad que me hace pensar sobre un mejor mundo, un mejor México, un México que grita “EL SUR EXISTE Y ESTA ORGULLOSO DE SER UN SUR INDIGENA.”