abril 11, 2008

La Comunidad de Puebla desde Ojos de la Ciudad
Verónica Hernes


Aún no sale el sol y ya hay varios pares de manos femeninas trabajando el maíz para que la familia tenga un día más de vida. Todas vestidas con ropas bordadas por ellas mismas, así como sus antepasados los hacían. Los hombres, con ropajes no tradicionales, madrugan para trabajar el campo, que seguido por el empeño de sus esposas, forman la armonía de un sustento alimenticio proporcionado por la naturaleza, que rodea sus viviendas siendo testigo del crecimiento de los niños, que brindan alegría, inventándose juguetes a falta de tenerlos. Requiriendo no más que la imaginación para crear la magia de juego. El empeño en volar e investigar lo que les causa intriga. Destinados a crecer en sus casas de lámina y madera, sin pesares de pertenencias materiales. Es decir, teniendo lo indispensable para sobrevivir y ya. Sin aparatosos objetos que hacen de la presencia misma dueña de algo y no simplemente del ser que se manifiesta a través del cuerpo. Sin cargas ni pertenencias. Son sus propios dueños y al ser lo único que poseen, se cuidan a sí mismos y a sus hermanos. Pues al estar a cargo de otros pequeños seres humanos, debido a otras ocupaciones de los padres, su instinto dicta protección al prójimo. Provocando el desarrollo de una relación libertad-responsabilidad. Los chamacos saben cómo regresar a sus casas y cuándo hacerlo. Las reglas ya existen, y no avisan a sus padres cada movimiento que hacen, ya que éstos pueden estar tranquilos de que el niño sabe interactuar con su entorno desde que es bebé. Como es la imagen de una cría de un año jugando en el lodo y gozando el hecho de ensuciarse sin importar más, creando resistencia e inmunidad en su cuerpo hacia bacterias y enfermedades, pues le espera una rutina que probablemente no incluya agua potable ni jabón en la piel constantemente.



Este tipo de limitaciones de recursos básicos, se convierten en elementos con los que el indígena aprende a vivir, sin opción a más. Se adapta, de modo que prioriza otras actividades y enfatiza sus energías en más acciones. Generalmente una de estas es el rito religioso, según el que practiquen. (Cabe mencionar que las opciones oscilan mayoritariamente en gajos de la religión que nos vinieron a imponer los españoles). Como quiera que sea, comparten sus rezos en tiempo y espacio. No tienen porqué callarlos, por lo tanto, los dicen en voz alta, dictando sus deseos en súplicas, sus créditos en agradecimientos y sus motivaciones en promesas. Ofreciendo de sí y para sí mismos su fe, que del mismo modo que la tradición de la cultura, va trascendiendo con modificaciones que cambian la forma pero no la esencia, y según las prácticas que se le de, seguirán o dejarán de ser latentes. En el caso de las tradiciones, con el paso del tiempo, a gran escala se van fusionando los verdaderos significados y simbolismos de las mismas, de modo que se van convirtiendo más en costumbres que en ritos tradicionales. Naturalmente cada vez hay más niños y menos ancianos. Lo cual implica más aprendices y menos maestros.

*Verónica Hernes formó parte del grupo de estudiantes de la UIA que visitaron la Comunidad de Puebla en Marzo de 2008.

Tenemos que cantar la realidad...

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